martes, 7 de agosto de 2012

Don't judge a book by its cover


Aquel libro no le gustaba. Lo encontraba insulso, repetitivo y la traducción era demasiado literal. Lo único que le pareció divertido fue el hecho de que las excentricidades del autor se vieran reflejadas a la perfección en aquellos ríos de tinta. Lo dejó momentáneamente sobre la madera carcomida y se asomó a la ventana para dejarse seducir una vez más por aquella luna que alumbraba la calle y cuya luz se filtraba en el interior de la habitación. Formaba un círculo de luz fulgurante perfecto, simétrico, completamente visible gracias a la ausencia de nubes y a la escasa contaminación de aquella área rural. Mientras observaba el satélite natural terrestre realizó una y otra vez un viaje a través de la mente por el que transcurrían las instantáneas de lo que podría llegar a ser un futuro próximo. Para ello se basaba en sus propias predicciones y en el cúmulo de dudas que la abordaban desde hacía tiempo.

―No temas, Eleonora. Confía en ti y en tu potencial. Lo conseguirás.

Le resultaba divertida la facilidad que tenían los demás para deshacerse en halagos que ella nunca lograba entender y que consideraba que le venían demasiado grandes. En ocasiones intentaba tenerlos un tanto más presentes, pero tan pronto como lo hacía, un vendaval le arrebataba todas las esperanzas cosechadas.

Pero la luna la reconfortaba. Era su fiel compañera de la noche; su amiga, su protectora. Había perdido la cuenta de todas las noches en vela en las que el insomnio la llevaba a observar la luna morir. Lo hacía sentada en el alféizar por mucho que su abuela le reiterase que dejara de repetir esa peligrosa costumbre y con la compañía de un libro de su biblioteca personal que solía escoger al azar. Custodiaba todo tipo de obras: desde las ediciones especiales de títulos de siglos pasados de un valor incalculable hasta éxitos de ventas que le habían regalado alguna vez por su cumpleaños y que en tantas ocasiones no habían sido un gran acierto; y es que aquellos no eran más que un conjunto de palabras, oraciones, párrafos y páginas que no le hacían soñar con los ojos abiertos ni conseguían despertar en ella ningún tipo de emoción o inquietud.

Todas las noches le apetecía leer una historia distinta. Nunca se tomaba con prisa terminar de leer ninguno de sus ejemplares: podía estar leyendo una veintena de libros a la vez y tardar en terminarlos un año, o quizá nunca. Necesitaba sumergirse en mundos diferentes a diario y romper con la hastiosa rutina. El libro de aquella noche, como rara vez, estaba por empezar. Nunca le había llamado especialmente la atención y había pasado inadvertido hasta aquel instante. Lo adquirió en un mercado medieval de antigüedades por cinco libras hacía tres años. Era una de tantas obras que durante siglos se había reiterado que el ser humano no debería morir sin haberlas leído. Nunca le llamó especialmente la atención, pero un buen día se presentó ante ella la ocasión perfecta para adquirirlo y decidió incluirlo en su colección y darle una oportunidad más adelante. Aquella noche volvió a confirmarse que su instinto no la había engañado, que aquella voluminosa obra podría llegar a generarle más problemas de espacio en la estantería que momentos de lectura placentera. Pero tal vez era cuestión de tiempo; no debía sentenciarlo tan pronto, ni a él ni a aquel controvertido autor, y su mente, que aquella noche se encontraba demasiado saturada, tampoco había colaborado en tal ardua tarea.

¿Merecen los libros una segunda oportunidad? Sea como sea, y como dice el proverbio inglés, nunca debemos juzgar un libro por su portada.

Foto: Deviantart.

2 comentarios:

  1. Yo creo que sí que merecen una segunda oportunidad. Supongo que nuestras circunstancias en la vida influyen mucho en cómo interpretamos un libro, y a medida que pasa el tiempo van cambiando.

    Y bueno, por la portada no juzgaría un libro, pero tal vez la contraportada sí que sea importante XD O algunos lo hacen por la primera página. Cada uno en su estilo :P

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  2. ¡Gracias, Juanlu! Estoy totalmente de acuerdo contigo (y sí, yo también tiendo a mirar más la contraportada que la propia portada, jajaja!). Escribí esto ayer a las tantas y no sé por qué lo publiqué, ahora lo estoy releyendo y pienso: ''¿pero qué es esto? Las noches de insomnio crean monstruos!'' En fin, ahí se queda. Tendría que escribir más... Y en Milán intentaré hacerlo. A ver qué sale. Jajaja. Por cierto, un muy buen libro ambientado en Milán: ''La sonrisa etrusca'', de José Luis Sampedro. Es una historia preciosa.

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