lunes, 29 de noviembre de 2010

Arrivederci, Roma


Si fueris Romae, Romano vivito more; Si fueris alibi, vivito sicut ibi.

Como posiblemente ya sabréis, del 19 al 21 de noviembre estuve en Roma. Ha sido una experiencia increíble, fascinante y muy gratificante. En realidad ya había estado en Italia, hace dos años visité Milán y Venecia y ya me enamoré perdidamente de ambas ciudades. Sin embargo, esta ha sido la primera vez que he viajado en avión... y ha sido una gran experiencia, mejor de lo que me esperaba y con unas ganas locas de repetir. Y a pesar de haber estado solo tres días por la capital italiana, los aproveché al máximo y pude visitar bastantes bonitos lugares.

Uno de esos sitios fue el majestuoso Coliseo, preciosa obra antigua que afortunadamente hoy en día aún se mantiene en pie y que seguramente si vas a Roma y no lo ves es como si no hubieras estado. Cómo no, también la bellísima Fontana di Trevi, que personalmente fue lo que más me gustó, me la esperaba más diminuta y acabó siendo tres o cuatro veces más grande de lo que me esperaba. Evidentemente, lancé una monedita al agua... y si la tradición no se equivoca, ¡He asegurado mi retorno a la Città Eterna!

Otras cosas que también visité y que me gustaron mucho fueron la Basilica di Santa Maria in Cosmedin (Sobre todo porque allí estaba la Bocca della Verità, en la que no dudé demasiado en meter la mano, por cierto), el Monte Palatino, el Foro Romano, Circo Massimo, la Via di San Gregorio con el Arco di Costantino y situada al lado del Coliseo, el Ponte Milvio (Al que cuando no sabía su nombre le llamaba ''Puente Moccia'' porque hasta hace poco estaba repleto de candados que seguían la famosa tradición de las obras de este escritor italiano, pero ahora tan solo se pueden encontrar tres o cuatro reminiscencias), el Trastevere (Buen y bonito barrio en el que comer y pasear), el Monumento a Vittorio Emanuele II, la Basilica Ulpia y la Columna de Trajano (Que por cierto, ¡Había una falsa cerca del Pantheon, una réplica prácticamente exacta!) en Piazza Venezia, Piazza di Spagna y Piazza Navona y sus bonitas fuentes (Fontana della Barcaccia en el caso de la de Spagna y dei Quattro Fiumi, del Moro y del Nettuno en la Navona), el Pantheon (Lamentablemente estaba en obras y no pude verlo como me habría gustado, pero por lo menos lo vi tanto exterior como interiormente, y allí encontré la tumba del rey Vittorio Emanuele II, el padre de la patria italiana...), el Vaticano (Aunque no pasé de la Plaza de San Pedro, la cola para entrar era kilométrica y teníamos muchas más cosas que ver y un tiempo que pasaba cada vez más rápido)... y alguna que otra cosa más, seguramente.

Sobre el alojamiento, decir que estuve en un hotel que se encontraba junto al Monasterio Santa Croce in Gerusalemme, Domus Sessoriana; y en todo momento me sentí muy cómoda. En la habitación tenía un televisor, y pude ver unos cuantas emisiones: las noticias, un programa muy parecido al Identity que hasta no hace mucho teníamos en pantalla, Soliti ignoti - Identità nascoste; y una película italiana de humor que no pude acabar de ver porque me moría de sueño pero de la que afortunadamente tengo el título: ''Mi fido di te''. ¡Ahora será cuestión de encontrarla y acabar de verla! La verdad es que no tuve ningún problema con el idioma, me defendí mejor de lo que me esperaba y supe preguntar todo lo que necesitaba saber a cada una de las personas que fui parando por la calle, así como en los establecimientos y en el mismo hotel. ¡Me sentí tan agusto, tan cómoda...!

Arrasé un poco con los souvenirs, y es que por un módico precio podías comprar recuerdos tan bonitos... camisetas, miniaturas, postales, llaveros... todo de una ciudad que nunca muere y de un país que cada día logra conquistarme un poco más. Pero lo más apasionante que me llevo de allí son sin duda la infinitud de fotos que hice, y sobre todo los recuerdos que no se me borrarán con facilidad de mi memoria.

Y la verdad es que durante los tres días comí como una reina. Me apasiona la comida italiana (¡Cómo no!), y aparte de probar cosas típicas y míticas como las pizzas y la pasta, también degusté platos típicos romanos: supplì y bruschette, por ejemplo.

La única pega que tuvimos fue que llovió, sobre todo el último día. Sin embargo, por suerte no nos supuso ningún handicap a la hora de visitar cada rincón de la ciudad. Bueno, también me quejo un poco de los adoquines: prácticamente toda la ciudad estaba empedrada y si tenías que caminar mucho (Si eres un turista está claro) y tu calzado no era el más adecuado te destrozabas los pies. Sobre el transporte público, decir que en general lo vi bastante bien, nada que objetar.


Sinceramente, me dio muchísima pena tener que volver a Barcelona, porque realmente me enamoré de esa ciudad: de su belleza, de su singularidad, de lo agusto que me sentí en cada momento y de la facilidad que tuve a la hora de comunicarme con la gente de allí en caso de no encontrar cualquier cosa o lo que fuera. Sin embargo, hice una promesa en la Fontana di Trevi, y tengo entendido que las promesas se acaban cumpliendo... y más si se hacen en una ciudad tan mágica y maravillosa, donde tengo la sensación de que todo es posible.

Y por último, dejo una de las canciones que escuché ya de vuelta en el avión y que más me pusieron la piel de gallina. Arrivederci, Roma! Grazie mille per tutto, spero di poter rivederLa presto.