miércoles, 17 de diciembre de 2014

Una hospitalense en Abbiategrasso

Terminó julio y con él mi trabajo como au-pair. Tenía dos opciones, volver a casa sin saber qué hacer después o bien llevar a cabo una hazaña que me planteaba desde hacía tiempo, regresar a Milán e intentar establecerme allí, a pesar de no tener un trabajo, y es que aunque estuve un mes entero enviando mi currículum a varias empresas lombardas y también para irme a otras ciudades italianas como Roma, Turín o Florencia solo me llamaron un par de veces, ambas para Milán y querían que me incorporase inmediatamente; como en ese momento ya estaba trabajando lamentablemente no podía ir a hacer las entrevistas. Así pues, una vez terminó mi aventura boloñesa me planté en la estación central de Milán, sin casa y sin trabajo; completamente a la aventura. Al ser una ciudad donde ya había estado viviendo y al seguir en contacto con varias personas, conseguí alojamiento para los primeros días gracias a mi amigo Andrea, quien además me ha ayudado un montón en los momentos de dificultad y siempre ha estado disponible para todo. Desde aquí quiero darle las gracias porque sin él todo habría sido mucho más complicado.
Al desembarcar en la Stazione Centrale tomé esta fotografía y me dije a mí misma: ''bienvenida a casa, Sara''. Porque sí, tiempo atrás Milán se había convertido en mi segundo hogar y formaba parte de mí, había dejado un pedazo de mi corazón allí y había vuelto para recuperarlo y recomponerme. Sabía que regresando a aquella ciudad conseguiría encontrarme conmigo misma.
¡Fue tan maravilloso volver a aquella plaza que me robó el corazón y ver de nuevo el Duomo! Mi Duomo...
Tardé unos cuatro días en encontrar casa. Como no tenía trabajo busqué lo más económico posible y me acabé mudando a Abbiategrasso, un pueblo de 32.000 habitantes que se encuentra a unos 30 kilómetros del centro de Milán. Al principio pensé que estaría mucho más cerca, ya que en el metro hay una parada de la línea verde que se llama así y, como muchas otras personas que más tarde descubrí que pensaban lo mismo que yo, no tenía ni idea de que no tuviera nada que ver con esa localidad: dicha parada no tenía nada que ver con Abbiategrasso pueblo sino que llevaba hasta Piazza Abbiategrasso, a las afueras de Milán ciudad. Es más, para ir hasta el pueblo no existía ningún metro sino que había que tomar un tren con una frecuencia de paso de una hora, o ni siquiera eso. Recuerdo que el mismo día que fui a visitar el pueblo estaba muy nerviosa y me exasperaba lo mucho que estaba tardando el tren en llevarme a mi destino, pensaba que seguramente no acabaría yéndome allí, pero para mi sorpresa fue llegar y enamorarme de aquel pueblecito: ¡era precioso!
El centro era una maravilla; con su castillo, su fuente, sus estatuas, aquellos árboles y aquella tranquilidad. Pensé que tal vez valdría la pena darle una oportunidad, y cuando llegué a aquella vivienda con jardín me di cuenta de que tenía que vivir allí sí o sí. Mi compañera de piso tenía un labrador la mar de juguetón. A menudo era muy pesadete, pero acabamos pasando muy buenos momentos juntos.

Y volvamos a la ciudad, al castillo: de noche era aún más bonito.
Castello Visconteo, Abbiategrasso.
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Me gustaba vivir allí, era un lugar bastante tranquilo pero a diferencia de otros pueblos de Milán que ya conocía los medios de transporte no eran para nada eficientes: pasaban muy pocos trenes, uno cada hora (a veces ni siquiera eso), a menudo incluso las taquillas estaban cerradas y si no habías comprado el billete anteriormente o no ibas a pedírselo al conductor podían darte la multa igualmente. Tuve algún percance con los revisores debido a mi desconocimiento, ya que en Barcelona estas cosas no suceden, pero al final me libré siempre. Me daba rabia porque soy de esas personas que siempre pagan religiosamente todo y más, que nunca se cuelan, y me sentía impotente. Otro problema que tuve fueron los desplazamientos por el pueblo, ya que mi casa se encontraba a unos veinte minutos a pie de la estación de tren y el supermercado más cercano estaba a un par de kilómetros. Tuve que comprarme una bicicleta, medio de transporte que todo abbiatense utilizaba para facilitar su vida diaria; debo admitir que al principio me costaba llevarla, ya que la había cogido muy pocas veces en mi vida y no estaba acostumbrada. ¡La de sustos que me llevé! Pero luego ya me acostumbré, incluso a veces de camino a casa me ponía a pedalear de pie o haciendo eses, orgullosa de mis habilidades como ciclista, como si se tratara de un talento desconocido hasta el momento (y agradeciendo que mi madre no pudiera verme).
Mi bici. Era azul, viejecilla (podríamos considerarla 'vintage', tal vez quede mejor) pero solía funcionar y me facilitó la vida enormemente.

Los transportes públicos y no tener el carnet de conducir (en Barcelona nunca lo necesité) fueron mi principal problema a la hora de moverme y de buscar trabajo, y es que a las doce y veinte de la noche pasaba el último bus nocturno para Abbiategrasso desde la estación de Porta Genova de Milán y hasta casi las seis de la mañana no pasaba ningún tren. Hice muchísimas entrevistas para hoteles, restaurantes... Y cada vez que descubrían dónde vivía y que no tenía coche me hacían entender que no les interesaba (a veces más educadamente, otras veces menos). A propósito del trabajo: imprimí 150 currículos que entregué en una infinidad de tiendas del centro de Milán en unos tres días como mucho; me levantaba temprano, iba a Milán y hasta la noche no volvía a casa. Todo el día repartiendo mi currículum y haciendo entrevistas, y en casa más de lo mismo: lo enviaba a todo tipo de empresas: hoteles, tiendas de ropa o de electrónica, restaurantes, agencias... Y nada, nadie me quería. Empezaba a desesperarme, acabé con dos pares de zapatos rotos de lo mucho que caminaba, con ampollas en los pies, con agujetas todo el santo día. ¡No podía más! Hasta que ocurrió un milagro...

...Os lo contaré, pero tendréis que esperar a la próxima entrada; para que me perdonéis os dejo una foto de I Navigli, una zona perfecta para salir a tomar algo que quedaba muy cerca de Porta Genova, la estación de tren que me llevaba de vuelta a Abbiategrasso.
I Navigli, unos canales artificiales que acabaron convirtiéndose en una de las zonas más simbólicas de Milán. No está nada mal, ¿verdad?

lunes, 15 de diciembre de 2014

Un'estate bolognese

Sí, estoy viva. No, aún no me ha tragado la tierra, pero sí que es verdad que estos últimos meses he estado más ocupada de lo normal. A eso hay que añadirle una sequía creativa que en realidad arrastro desde hace algún tiempo... Pero que poco a poco va llegando a su fin. Dicen que todos los artistas en algún momento de su vida experimentan periodos de escasez de originalidad, de frustración, de falta de sincronización entre la mente y las manos. Soy como el escritor que empieza a redactar algo con la máquina de escribir, creyendo que el resultado será genial, pero a un cierto punto coge el papel, lo arruga y lo tira con desprecio al suelo. Algo así. No soy una artista, pero me encanta el arte en todas sus formas y escribir siempre me ha ayudado a desahogarme, a reflexionar y a encontrarme conmigo misma. A pesar de que es un hábito que he ido abandonando poco a poco, no quiero perderlo. Es algo que siempre está conmigo cuando lo demás o los demás están apagados o fuera de cobertura.

Quiero contaros lo que he ido haciendo durante estos meses, aunque es posible que necesite varias entradas para hacerlo. Intentaré ser lo más breve posible. En junio terminé la carrera, me gradué en Traducción e Interpretación y no sabía bien qué hacer con mi vida. Sabía que quería seguir estudiando, pero no era el mejor momento para hacerlo, no me sentía preparada a nivel emocional. Estaba desmotivada, veía que seguramente no daría lo mejor de mí, así que tal y como suelo hacer con todo, para hacer algo mal prefiero no hacerlo. En julio me mudé a Monteveglio, un pueblecito de la provincia de Bolonia. Allí estuve de au-pair, cuidando de Sofia y Emma, dos niñas angloitalianas. Nunca antes había hecho de babysitter aunque tenía experiencia dando clases a niños pequeños, y la verdad es que fue todo un desafío. En fin, en la siguiente foto podéis ver el pueblo. Como decía, era muy pequeño y era bastante rural. Me gustaba salir a pasear, pero la incomunicación a veces era demasiado grande para una persona de ciudad como yo.
Monteveglio.

Y si os enseño las vistas que tenía desde mi ventana tal vez comprenderéis a la perfección por qué digo que vivía en medio de la nada:
Como decía, estuve en Monteveglio, un país demasiado pequeño para mi gusto, pero que tenía su encanto. Emilia-Romagna es una región famosa por su cocina, de hecho en aquel pueblecito había un restaurante llamado Ponte Rosso de Massimo Ratti, un cocinero que al parecer es famoso en el país. Allí comí de maravilla, entre los platos que degusté recuerdo un risotto de atún ahumado delicioso, pero lo que más me impactó fue un plato de pasta: tortellini (típicos de Bolonia, por cierto) con salsa de fresas y con café en polvo como toque final. Pensaba que tendría un sabor dulce y que sería como estar comiendo un postre, pero no fue así. ¡Estaba delicioso! Era raro, sí, pero estaba tremendamente bueno.
Tortellini alle fragole.

La experiencia como au-pair fue gratificante, aunque siempre tenía que tener mucha paciencia. No está mal si lo haces durante un tiempo, puede ser una buena forma de entrar en un país y empezar a adaptarte a la vida y a las costumbres de la gente de allí.

Lo que más me gustaba de Monteveglio era el Sporting, un pub-restaurante bastante moderno en el que se reunía la gente joven; a menudo un deejay pinchaba música en directo y una vez a la semana había una 'grigliata' (una barbacoa) popular a la que solía ir toda la gente del pueblo. Me encantaba aquel ambiente. Cerca de allí también había otra localidad, Bazzano, a la que me gustaba mucho ir. Era preciosa, pequeña pero con mucho encanto.
Bazzano.

Durante aquel mes visité varias localidades interesantes, de las cuales debo destacar Bolonia y Ferrara. La primera era una parada obligatoria, sabía que tarde o temprano tendría que visitarla al estar viviendo en la provincia homónima. Como curiosidad de Bolonia os contaré que es la cuna del comunismo en Italia, es la ''ciudad roja''. El centro es precioso, me encantó la Piazza Maggiore, con la fuente de Neptuno y la imponente Basílica de San Petronio, entre otros edificios. Muy cerca de allí también encontramos las Dos Torres, el símbolo más emblemático de la Bolonia medieval. Es una ciudad a la que puedes acudir mientras improvisas sobre la marcha, porque todo está cerca y sus calles esconden tantas maravillas, tantos mercados de comida artesana.
Piazza Maggiore, Bolonia.

Luego también tenemos Ferrara, menos conocida, pero sinceramente no creo que tenga nada que envidiarle a Bolonia. Como la anterior, se trata de una ciudad universitaria, con mucho ambiente joven, con un centro histórico precioso en el que destaca el Castello Estense y la Cattedrale di San Giorgio Martire. Es una ciudad muy tranquila, cuyas calles invitan a dar paseos en bicicleta, el vehículo por excelencia de sus habitantes, en un día de verano.
Ferrara.


No tuve tiempo de ver mucho más. Estuve en la provincia de Rávena (Ravenna), concretamente en Marina di Ravenna, lo que vendría a ser un Malgrat de Mar a la italiana: no es mi ambiente ideal, pero pasé una noche estupenda en la playa, con un concierto gratuito de Klingande (''Jubel''); a pesar de la gran cantidad de gente que había se respiraba una gran paz, con todo el mundo sentado en grandes toallas de color blanco tomando algo, compartiendo la velada en compañía. Fue una noche mágica... Y estando allí vi un bellísimo mensaje en la pizarra de un chiringuito, al que tuve que hacerle una foto sí o sí:
"Siempre he pensado que no importa lo que tienes sino lo que consigues dar utilizándote solo a ti mismo: tus gestos, tus miradas, las palabras. Usa el corazón".

Hermosas palabras que en aquel momento parecían mágicas, casi como si se tratara de una señal: yo, de nuevo en Italia, el país del que estoy enamorada, con tantas cosas nuevas por vivir allí. Era como si aquel mensaje marcara el comienzo de una nueva vida, de mi vida.

Y hasta aquí, un pequeño resumen del que fue mi verano. Próximamente os contaré cómo fue mi regreso a Milán: stay tuned!

lunes, 8 de septiembre de 2014

El arte no está solo en los museos


Que tus obras no estén expuestas en ningún edificio prestigioso y que nadie reconozca tu talento no significa que no valgas, simplemente todavía no ha llegado tu momento. Cree en ti, sigue fomentando tu pasión, sobre todo no desistas, y algún día la vida te dará aquello que mereces.

Dedicado a todos los artistas callejeros que mientras realizan sus creaciones no se dan cuenta de que algunas personas sonríen al contemplar su trabajo. El arte no está sólo en los museos.

Desde Milán con amor... Para todos vosotros.

miércoles, 16 de julio de 2014

Me hice un 'renfie' y me fui gratis a Madrid


A veces las tonterías tienen premio. Y si no, que me lo digan a mí. Hace unos meses subí una foto a Twitter con el hashtag ''#renfie'' ('selfie' + Renfe), los de Renfe lo vieron y, como les gustó la idea, decidieron premiarme con un viaje en AVE a la ciudad española que yo escogiera y hacer un concurso de ''renfies'' con los demás usuarios de Internet (podéis verlo en el enlace que he adjuntado arriba). Como ya hacía tiempo que quería ir a Madrid, no me lo pensé dos veces y les dije que quería visitar la capital. Y así fue, la semana pasada tuve el placer de pasar unos días de lo más productivos e interesantes en Madrid gracias a Renfe y a mis amigos madrileños con los que tuve el placer de compartir esos días.
Así pues, después de salir de Atocha, una estación enorme que bien podría parecer un aeropuerto, preciosa, con un exuberante jardín botánico en su interior con un montón de tortugas, una de las primeras cosas que hice fue comer un buen bocata de calamares (qué casualidad, porque fue también lo último que comí antes de irme). ¡Qué bueno! Creo que no lo había probado nunca y me encantó.
Supongo que la mayoría ya habréis estado en Madrid, que habréis visitado la Puerta del Sol, la Gran Vía, que tendréis fotos en el kilómetro cero, con la estatua del oso y el madroño, en la Cibeles, probablemente delante del Congreso de los Diputados, que habréis visitado el Museo del Prado, la Plaza Mayor, la Puerta de Alcalá, el hermoso Parque del Retiro, el Palacio Real, la Almudena...
...Así que no me queda otra alternativa que hablaros de lugares madrileños con encanto menos conocidos pero que podrían ser interesantes si tenéis pensado ir a Madrid, como la fuente de Neptuno, donde los seguidores del Atlético de Madrid celebran sus triunfos (debo admitir que me pareció más bonita que la Cibeles, aunque quizá la ubicación falla un poco); la Calle de las Huertas, un lugar excelente para ir a tomar algo en alguno de sus locales y para pasear mientras lees las diferentes citas de escritores españoles famosos que hay escritas a lo largo de la vía; las Torres Kio y la Cuatro Torres Business Area (CTBA) para los amantes de la arquitectura más moderna...
El Templo de Debod, regalo de Egipto a España en compensación por la ayuda que el país le había brindado...
Como complemento a la vista al Museo del Prado, que tendréis que visitar sí o sí para admirar los cuadros de Velázquez y Goya, entre otros, donde se encuentran obras como Las Meninas o la Maja desnuda (y la Maja vestida), encontramos el Museo de Sorolla, ubicado en la casa donde residía el artista, con patios y jardines de estilo andaluz y con algunas de las más bellas obras del pintor. Fue de lo que más me gustó, lo recomiendo encarecidamente: la entrada solo cuesta 3 euros, y si tenéis el carnet de estudiante (igual que con el Prado) no tendréis que pagar nada, así que no tenéis excusa.
También es interesante el Parque Europa, ubicado en la localidad de Torrejón de Ardoz, un parque ideal para ir en familia donde encontraréis reproducciones de algunos de los monumentos y edificios más famosos de Europa, como la Puerta de Brandenburgo de Berlín, la Sirenita de Copenhague, el David de Miguel Ángel de Florencia, la Fontana di Trevi, la Torre Eiffel; el Manneken Pis y el Atomium de Bruselas, la Puerta de Alcalá y la Puerta del Sol, el Puente de la Torre (Tower Bridge) londinense, molinos holandeses, la Torre de Belém de Lisboa... Algunos son más realistas y originales que otros, pero vale la pena visitarlo.

Y si buscáis un buen mirador desde el que podáis admirar toda la ciudad de Madrid y tomar buenas fotografías, os aconsejo que subáis a la terraza del Círculo de Bellas Artes, ubicado en la Gran Vía. Eso sí, os aconsejo que primero consultéis que se pueda acceder sin problemas el día que tengáis pensado ir, ya que en muchas ocasiones está cerrado debido a eventos que tienen lugar allí. El precio para acceder es de 3 euros, aunque con el Carnet Joven os costará un euro menos.
Para comer, además del bocata de calamares, si queréis 'tapear' un poco os aconsejo los huevos rotos, que es como llaman allí a los huevos estrellados. También os aconsejo las violetas, unos caramelos con forma de flor que podrían ser un buen regalo si tenéis pensado regalar algún souvenir a vuestros familiares pero no queréis llevarles el típico imán o llavero cutre (todos sabemos de qué estoy hablando).
Pero si me preguntáis por un restaurante donde valga la pena comer os aconsejo La Finca de Susana (cuyo dueño, por cierto, parece ser que es catalán), muy bien ubicado, céntrico, donde comeréis como reyes sin dejaros una fortuna. Los platos que encontraréis, además de estar deliciosos, son creativos y no os dejarán indiferentes.

Debo admitir que fui con la idea de visitar la Real Academia Española, aunque por lo que leí rara vez dejan que el público pueda acceder, lo reservan para ocasiones como el Día del libro. Eso sí, pude verla por fuera. Se encuentra muy cerca del Museo del Prado.
Como anécdota, os explicaré que una mañana, mientras iba por el Paseo de la Castellana, muy cerca de las Torres Kio, un cámara de Telemadrid me paró para que formulase una pregunta con el micro, una cuestión que ellos mismos me dijeron y que iba dirigida a un doctor y que se emitiría ese mismo mediodía. ¡Yo que solo estaba allí de vacaciones y al final hasta acabé saliendo en televisión!

¿Y qué se siente al viajar en el AVE? Pues me pareció una gran experiencia. En la ida tardamos 3 horas en llegar desde Barcelona (Sants), ya que el tren realizó varias paradas: Tarragona, Lleida, Zaragoza, Guadalajara y finalmente Madrid (Atocha), pero en el caso de la vuelta fueron dos horas y media, ya que el tren fue directo a Barcelona. Me pareció un medio de transporte muy cómodo y muy, muy veloz. No se me hizo pesado en absoluto y realmente tengo ganas de repetir la experiencia.
Como último, y no por ello menos importante, además de agradecer a Renfe el detalle quiero dar las gracias a Irene, Álvaro, Juanlu y Néstor, por querer compartir una parte de su tiempo conmigo y por enseñarme su hermosa ciudad. ¡Os espero en Barcelona!


martes, 8 de julio de 2014

Más que un torneo: grazie!

Una de las mayores satisfacciones al terminar mi trabajo como intérprete en un torneo de fútbol es cada vez que un equipo se acerca para darme las gracias por el trabajo que he llevado a cabo durante esos días. En esta ocasión los miembros del cuerpo técnico del A.S.D. Rovato Montorfano Calcio, después de una merecidísima victoria en su categoría (SUB 19) se acercaron para pedirme una foto, para darme las gracias y para asegurarme de que mi presencia les había dado suerte a la hora de alzarse con el triunfo.

Detalles tan bonitos como este son los que me hacen feliz y me animan a seguir adelante, a volver a participar en los torneos de Komm Mit y a seguir queriendo conocer equipos tan simpáticos y predicadores del "fair play" como esta escuadra de la provincia de Brescia (Lombardía). Hoy he recibido un mensaje con esta foto. Hoy es uno de esos días en los que me siento feliz de ser intérprete y de lo gratificante que puede llegar a ser esta profesión, en la que ayudas a que personas de nacionalidades distintas que no comparten el mismo código lingüístico logren entenderse a la perfección pero que a la vez, tal vez sin ser conscientes, hacen que te sientas útil y orgullosa de ser quien eres y de hacer lo que haces.

Este post va por ellos y por todos los equipos que durante estos años me han ayudado a sentirme así.

Como diría Confucio, elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida.

domingo, 6 de julio de 2014

El dialecto milanés: gramática, cultura, situación actual

Siguiendo con la entrada referente a mi graduación, me gustaría enseñaros mi Trabajo de Fin de Grado (TFG), lo que en otros países vendría a ser la tesis de la carrera. El tema que escogí no podía ser otro...

Mediante este Trabajo de Fin de Grado, El dialecto milanés: gramática, cultura, situación actual, queremos presentar un estudio y una defensa del dialecto milanés. Comenzaremos con una presentación de su historia, se situará en un contexto geográfico y social en el que veremos cómo las diferentes tribus y civilizaciones como los ligures, los celtas y los longobardos y las dominaciones extranjeras modernas como la de los españoles y los austriacos influyeron en su formación. A continuación presentaremos algunos de los aspectos gramaticales más importantes de esta lengua, como los tiempos verbales y sus conjugaciones, la pronunciación, los numerales y frases básicas en milanés. Después introduciremos un apartado acerca de la literatura y la canción en milanés, en el que se hará una mención especial al poeta Carlo Porta y a los cantautores Nanni Svampa y Enzo Jannacci; además, también contaremos con una pequeña entrevista realizada a Claudio Merli, uno de los cantantes en milanés más relevantes de estos tiempos. Seguidamente analizaremos la situación del milanés en la actualidad, su presencia en la televisión, la publicidad y en Internet, y para finalizar daremos paso al capítulo ‘‘¿lengua o dialecto?’’, donde se hará hincapié en su estado de lengua, así como en el de los demás dialectos.
Y después de esta reseña, os dejo con mi fragmento favorito, ''¿Lengua o dialecto??'', donde defiendo el estado de lengua del lombardo, del que el milanés sería su estándar, así como el de las demás lenguas locales de Italia.
¿Lengua o dialecto?

El lombardo es una lengua. El milanés, debido a su larga tradición artística ―literaria, musical― y a que tiene unas normas más definidas que otras variantes que históricamente han sido menos prolíficas sería el estándar, el modelo a estudiar. Sin embargo, no hay que menospreciar ninguna de las demás formas que engloba el lombardo, ya que son parte de la cultura de cada uno de esos pueblos. Se podría decir que el bergamasco o el comasco ―por nombrar dos de las muchas posibles variantes― son dialectos, pero siempre refiriéndonos al lombardo, en el sentido de que son las diferentes variantes de esta lengua. El italiano es un compendio de todos los ‘‘dialectos’’, sobre todo del toscano; si entendemos por dialecto un sistema lingüístico que proviene de un tronco común ―como indica el DRAE―, es incorrecto decir que el milanés es un dialecto del italiano, ya que el italiano se ha formado a partir de todos ellos, y no ellos a partir de él. El lombardo está reconocido por la UNESCO como lengua en peligro de extinción. En total, son 31 las lenguas que este organismo recoge en todo el estado italiano. Una de las excusas más frecuentes al preguntar a sus habitantes por qué no consideran una lengua lo que ellos llaman dialecto es porque es el habla de una región y no de toda una nación, como el italiano en este caso. Por esta misma regla el catalán, el vasco o el gallego no serían lenguas, sino dialectos del español. Por suerte, sabemos que no es así, que son lenguas con antepasados comunes, pero que no derivan la una de la otra. El ladino, el sardo y el friulano están reconocidos como lenguas por el estado italiano desde el año 1999, pero no es suficiente. ¿Cómo es posible que Italia no reconozca como lenguas al siciliano o al napolitano ―a diferencia de la UNESCO, que sí lo hace― cuando un habitante que no sea campano o sículo no tiene por qué entenderlos? En otras palabras, ¿cómo es posible que se llame dialecto a un habla que un habitante del mismo país procedente de otra región no tiene por qué entender? La respuesta no puede ser otra: no son dialectos sino lenguas. Así como un catalán, un valenciano y un mallorquín logran entenderse a la perfección, cada uno con sus características dialectales y con sus palabras propias de su lugar de origen, un habitante del norte de Italia no entiende a un habitante meridional si se comunican en dialecto, y viceversa. No es posible establecer una comunicación fluida. Un caso digno de comentar para entender mejor todas estas consideraciones lo encontramos en los Balcanes. En la antigua federación yugoslava, encontramos el serbocroata, denominación que se utilizó desde el año 1921 hasta principios de los años noventa, coincidiendo con las guerras en Yugoslavia. Era el nombre genérico que englobaba cada una de las variantes de aquella zona: serbio, croata, bosnio y montenegrino. Llegada la disgregación de Yugoslavia en 1991 y la posterior aparición de los nuevos estados se empezó a hablar de ‘‘lenguas nacionales’’ para promover la identidad nacional de cada nuevo país y a fin de diferenciarlas. A pesar de que en la actualidad ya nada queda de la unión de todos los idiomas eslavos del sur de 1954 tras el acuerdo de Novi Sad (Serbia) ―y cuya idea ya surgió en 1850― y que además hoy en día es políticamente incorrecto hablar de ‘‘serbocroata’’, todas estas lenguas son muy similares, mucho más que la mayoría de ‘‘dialectos’’ del italiano entre ellos. Las diferencias gramaticales y de pronunciación llegan a ser relativamente insignificantes, pues los habitantes de estos países logran entenderse entre ellos a la perfección, algo que no pasa con los ‘‘dialectos’’ del italiano, que incluso pueden llegar a resultar ininteligibles para los habitantes de otras zonas. No hay ninguna razón válida para tildar de dialectos a las lenguas de Italia sino la falta de interés de la mayoría de los habitantes, los cuales no se preocupan lo suficiente por preservar y difundir la cultura de sus regiones. Son, por lo tanto, lenguas, si bien en peligro de extinción, motivo más que suficiente para que Italia, la cuna de la cultura de Europa, con una tradición y una historia de un valor incalculable aplique políticas de protección y de difusión de todas estas lenguas, comenzando por las escuelas.

Subí mi trabajo a Scribd, así que si os interesa leerlo podréis encontrarlo haciendo clic aquí.

‘‘Una lengua es un dialecto con un ejército y una marina’’.
─ Max Weinreich.

GRADUADA - GRADUATED - LAUREATA


Esta es una de esas numerosas veces en las que una imagen dice más que mil palabras. E pasado 20 de junio di por finalizados mis estudios en Traducción e Interpretación; ya es oficial, ¡ya estoy graduada!

¡Parece mentira cómo pasa el tiempo! Creé este blog el verano antes de comenzar a estudiar en la Universidad (de ahí el nombre, ''Césped y libros'', que hace alusión a la Universidad Autónoma de Barcelona por la gran cantidad de césped que hay en el campus y al material didáctico) y ahora ya está, acabo de terminar una etapa de mi vida de cuatro años.

Y ahora, ¿qué? Bueno, esa es la pregunta del millón. Tengo varios proyectos en mente y aún tengo que pensar bien si llegaré a materializarlos (o mejor dicho, cuándo y cómo). ¡Estad atentos, porque esto no ha hecho nada más que empezar!

A continuación os dejo una página que he creado en Facebook en la que os presento mi perfil profesional y publicaciones relacionadas con el mundo de la traducción, la interpretación, la filología y la enseñanza de lenguas en español, catalán, inglés, italiano, francés (¡y seguramente otras lenguas!),  y si además os interesa contactar conmigo para proponerme un encargo profesional también podréis hacerlo. Por supuesto también habrá espacio para llevar a cabo debates y compartir todo tipo de material y eventos relacionados con la materia y todo aquello que consideréis conveniente:

https://www.facebook.com/sarfercar

¡Pero esto no será lo único! Seguiremos informando... ;-)


domingo, 8 de junio de 2014

Descubriendo Alemania: Münster, Köln, Dortmund

No hay nada mejor que viajar a un país desconocido para olvidarte de todo, aprender cosas nuevas y empezar de cero con energías renovadas y mucho optimismo. En esta ocasión mi destino fue Alemania, concretamente la hermosa Renania del Norte-Westfalia (Nordrhein-Westfalen). La ruta comenzó con mi aterrizaje en el aeropuerto de Düsseldorf, aunque me instalé en Senden (muy cerca de Münster) y en total visité tres ciudades: Münster, Colonia y Dortmund.
Mi primera parada fue Köln (Colonia), la cuarta ciudad más grande de Alemania, ubicada a orillas del río Rin.
De esta ciudad hay que visitar obligatoriamente su majestuosa catedral (Kölner Dom); de 7.914 metros cuadrados y de estilo gótico, sin duda no nos dejará indiferentes, tanto por dentro como por fuera. Como curiosidad, hay que destacar que comenzó a construirse en 1248 y se terminó 632 años más tarde, en 1880.

Cruzando el río encontramos el puente Hohenzollern, que a su vez se halla muy cerca del Museo del chocolate (Imhoff-Schokoladenmuseum), que tuve el placer de visitar y que recomiendo para los más golosos (incluye una pequeña degustación).
Allí mismo también encontramos la plaza Fischmarkt, con sus inconfundibles y hermosas casas de colores y la iglesia Gross Sankt Martin al fondo.
Cabe decir que Colonia también es una ciudad para la moda, y es que la calle Schildergasse, con todas sus numerosas tiendas de renombre tanto nacional como internacional hará las delicias de los adictos a las compras.
Como ya avanzaba antes también estuve en Dortmund, pero debo admitir y aclarar que a falta de tiempo solo lo hice de paso, aunque espero poder volver tarde o temprano y así ponerle remedio. Visité el museo del Borussia Dortmund y pude ver el estadio desde el exterior, aunque no nos permitieron entrar. Sin embargo, tengo que decir que el museo me sorprendió muy positivamente, explicaba la historia del equipo exhaustivamente con una gran cantidad de objetos de todo tipo: copas, banderines, periódicos, camisetas antiguas... Hasta un sujetador (larga historia). Además, contaba con varios futbolines con muñecos amarillos y negros (100% BVB) e incluso con una pequeña sala con un karaoke con canciones del equipo.

La tienda de merchandising también me resultó de lo más curiosa: no solo porque justo delante del establecimiento había colocado un muro con una especie de reja donde los fans dejaban candados con su nombre para jurar ''amor verdadero'' (ecthe Liebe) a su equipo (¡sí que ha llegado lejos lo de Moccia!), sino por la variedad de objetos que allí se vendían. Desde ropa de bebé de todo tipo con los colores del equipo hasta tapas de váter con el escudo, pasando por bebidas energéticas, ropa interior, bañadores y peluches de abejitas; todo amarillo y negro, obviamente.

Después de la visita me reuní en el restaurante Strobels (justo al lado del estadio) con algunos amigos. Fue una tarde estupenda, que concluimos en Herr Walter, un pub en forma de barco que se encuentra amarrado en el río, en una zona llena de arena, palmeras y tumbonas, como si se tratara de una playa, y donde grupos alternativos hacen actuaciones. La verdad es que me pareció un sitio muy curioso y al que vale la pena ir a pasar el rato si estáis por allí.

Y por último, y no por ello menos importante sino todo lo contrario, Münster; conocida por ser la ciudad de las bicicletas y un destino de muchos estudiantes, fue sin duda mi favorita de la ruta.
No podía dejar de hacer fotos a cada momento porque me maravillaba todo lo que divisaba a medida que me adentraba en el corazón de la urbe.
Creo que nunca he visto unos edificios tan bonitos en una ciudad que cuenta con más de 280.000 habitantes, donde se respira tanta vida pero a la vez tanta tranquilidad. Una ciudad que, pese a contar con una gran cantidad de tiendas y servicios está poblada de árboles y muchos espacios naturales. No me resulta extraño que Münster ganase en 2004 el premio a la mejor ciudad donde vivir del mundo en la categoría de ciudades de entre 200.000 y 750.000 habitantes (''Livcom Awards'').
Como lugares a destacar encontramos principalmente el Mercado Principal (Prinzipalmarkt), una calle donde hermosos edificios históricos conviven en perfecta armonía con tiendas de lujo modernas y diferentes cafeterías; la Iglesia de San Lamberto (St. Lamberti) y la Catedral de San Pablo (St.-Paulus-Dom), el ayuntamiento (Rathaus), que se trata de un hermoso edificio gótico y el castillo (Schloss), donde antiguamente residió el obispo y que actualmente es la sede de la Universidad de Münster. Justamente allí se encuentra un hermoso jardín botánico, y muy cerca el Promenade, un paseo con muchos árboles y un bonito lago.
Y dejando a un lado lo preciosa que me resultó la ciudad, también tengo que decir que en la heladería Firenze (Eiscafé Firenze) de Münster me comí uno de los mejores helados de mi vida. Le llamaban ''helado de espaguetis'' porque al cortarlo hacía esa forma.
También tengo que nombrar algo que me impactó: había algún párking cuyo uso era exclusivo para bicicletas. ¡Qué cívicos! Fueron cinco días que se me pasaron volando. No solo vi hermosos lugares que jamás imaginé sino que además hice cosas que nunca antes había hecho, como ir en moto. Sí, puedo afirmar que mi primera vez en este vehículo fue en Senden, por aquel tranquilo pueblo de ensueño formado por tantas casitas y hermosos bosques. Vielen Dank, Deutschland!