miércoles, 21 de noviembre de 2012

Erasmus: Tarde de fútbol en San Siro

Ooohh, forza Inter! Non mollare, vincerai! E quando dalla curva questo coro sentirai, Internazionale non ti lasceremo mai!

Ese fue uno de los muchos cánticos que los tifosi de la curva nord del Meazza cantaron a viva voz la tarde del pasado domingo para animar incondicionalmente a su equipo en el Inter-Cagliari, partido al que acudí con Elisa y Betina. Hacía ya mucho tiempo que tenía ganas de ver un partido del Inter en directo, aunque no era la primera vez que lo hacía; de hecho, en 2007 ya fui al partido amistoso Barça-Inter en el Camp Nou y ya había estado en San Siro en 2008 cuando estuve de vacaciones en Milán, ocasión en la que pude ver tanto el museo como el campo y los diferentes espacios reservados a los jugadores; los vestuarios (tanto el del Inter como el del Milan) y otras salas especiales.
Las entradas nos costaron muy poco: al ser mujer te hacen un descuento; por este motivo un billete que nos habría costado 24€ nos salió por 17€ en el secondo anello verde, concretamente en la curva nord (sí, ¡con todos los hinchas!). No está mal, ¿no? He de decir que el fútbol es mucho más barato en Italia que en España y, además, nunca antes había oído hablar de descuentos por ser mujer. ¡Me parece fantástico!
Se trataba de mi primer partido en San Siro. ¡Cómo lo disfruté! No paré de tomar fotografías y de animar con todos los aficionados de principio a fin. Lástima que el resultado no fuera favorable al Inter; todo quedó en un ajustado 2-2, pero el árbitro no señaló un penalti a favor de los nerazzurri que fue más que claro. De todas formas, nadie ganó ni perdió; empate, todos ''contentos'', pero con un sabor amargo en la boca para el equipo de Milán.
Además de las fotos, también grabé un pequeño vídeo hacia el final del partido en el que se puede percibir toda la emoción de la curva. ¡Aquí está!:




jueves, 15 de noviembre de 2012

Erasmus: Un tren para Piacenza

Hace unos días tuve el placer de poder visitar a mi amiga Ona en Piacenza y pasar el fin de semana en muy buena compañía. Esta ciudad, capital de la provincia homónima, pertenece a la región de Emilia-Romagna y está a unos 70 km de Milán; el tren tarda unos 50 minutos en llegar desde la Stazione Centrale y cuesta unos 6€ por trayecto.
Llegué allí en una fría y nebulosa mañana de sábado, con una lluvia incesante que nos hizo compañía hasta las tantas de la madrugada. De todas formas, eso no nos impidió que nos lo pasáramos muy, muy bien. Vimos la ciudad, nos perdimos por sus calles, visitamos alguna tienda de ropa, comimos en una fantástica piadinería, un pequeño restaurante en el que se servían, tal y como su nombre indica, diferentes tipos de piadinas, al gusto del consumidor. Este plato, para quien no lo conozca, está elaborado con harina de trigo y otros alimentos, como el queso, que en numerosas ocasiones es el de la Romaña, el squaquerone, y que normalmente va acompañado de rúcula, jamón, champiñones y muchos otros ingredientes posibles. A pesar de ser típico de esta región, puede encontrarse por toda Italia (de hecho, en Milán ya había tenido la oportunidad de comer alguna).
Los principales puntos de interés a los que acudí fueron el Duomo de Piacenza, el Palacio Gótico, las estatuas ecuestres de la Piazza dei Cavalli, el ayuntamiento y un parque muy agradable que estaba cerca de la estación. Sin embargo, una de las cosas que más me gustaron de esta ciudad fueron los árboles: los troncos normalmente eran de color muy negro y las hojas, de tonalidades intensas que variaban entre el amarillo, el rosa y el rojo. Era una combinación muy atractiva a la vista.
Por la noche, después de una fantástica cena con algunos de los compañeros de piso y amigos de Ona para la que preparamos una quiche (un tanto accidentada) y un poco de pa amb tomàquet (¡que se note que somos catalanas!), acudimos a una pequeña discoteca, el BoeriSabato Club, en el que después de un concierto de música rock pudimos disfrutar de una amplia sesión en la que sonaron temas clásicos de diferentes géneros y muy bailables como 99 Luftballons de Nena, Blue de Eiffel 65, hasta canciones actuales como Uprising de Muse o Train de Paul Kalkbrenner. En general toda la música era muy buena.
Al día siguiente, los piacentinos celebraban el Verano de San Martín (Estate di San Martino), por lo que había una feria con diferentes paradas de comida y bisutería, talleres, personas disfrazadas de la época medieval y algún pequeño concierto en la calle. De hecho, la música nos acompañaba allá donde fuéramos, ya que a través de los diferentes altavoces que había distribuidos por el camino sonaban melodías medievales con gaitas y percusiones. Por un momento te transportabas a otra época.
 Fue un fin de semana muy productivo, me lo pasé en grande y me quedé con las ganas de volver alguna vez. ¡Espero poder hacerlo! Y a Ona, ¡nos vemos en Barcelona muy pronto! ;-)

Aprovecho esta entrada para dejar el estampado de una camiseta que vi en una tienda de esta ciudad que me encantó:
Algún día llevaré un infinito en la piel. ∞

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Erasmus: Venti. Veinte. Vint. Twenty. Vingt. Zwanzig

Mi 20 cumpleaños. Castanyada. Cimitero Monumentale. Monte Stella (a.k.a. la Montagnetta di Milano). QT8.
El pasado jueves, 1 de noviembre, cumplí 20 años. ¿Y qué mejor forma de comenzar una nueva década de mi vida que en Milán? A pesar de que la crisis de los veinte se cierna sobre mí (aunque yo creo que cuando cumpla los treinta será peor), estoy contenta de haber podido celebrar mi cumpleaños de una forma diferente. Sí que es cierto que lo he pasado un poco mal, que me duele estar lejos de los míos en una fecha así, pero sé que están ahí en todo momento y poder hablar con ellos por teléfono me ha transmitido mucha fuerza. Además, cuento con todo el apoyo de las personas maravillosas que he conocido gracias a esta aventura, cuya compañía es de un valor incalculable y que siempre que las necesito están ahí. De hecho, tuve el placer de poder compartir con algunos de ellos, los que no aprovecharon el puente ―que, por cierto, por desgracia yo no tuve― para irse fuera. Cenamos cerca de I Navigli, en Troppapizza, un restaurante en el que podías degustar tantos tipos de pizza como quisieras, y en el que además tuve el placer de descubrir lo que era el Doctor Why, un juego de preguntas que se seguía a través de las pantallas del local y a las que se respondía mediante un mando que cada equipo tenía. ¡Parecía un concurso de la tele! La verdad es que nos divertimos muchísimo.
Desde aquí quiero dar las gracias a Ilaria, Matteo, Nico, Gildas, Tina, Lina, Juanlu y Giulia por venir y por regalarme una noche mágica. Y a los que no pudisteis venir, ¡lástima! Se os echó de menos, pero seguro que para la próxima habrá más suerte.

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Además de mi cumpleaños, hubo otro día en el que me sentí especialmente nostálgica, precisamente el día anterior, el 31 de octubre; en Catalunya se celebraba la Castanyada, y por primera vez no iba a estar en mi tierra para disfrutarla. No obstante ―y para mi sorpresa―, en Milán hay diferentes puestecitos donde las venden asadas ―de hecho, a las castañas asadas se las conoce como ''caldarroste'', a pesar de que castaña es ''castagna''; sí, así de simple―, así que no lo dudé ni un instante y compré. Eso sí, ¡menudo sablazo! 4€ por una bolsita, cuando por ese precio en Barcelona tienes un montón... Pero en ese momento no me importó. Es más, habría dado cualquier cosa por comerme un panellet ―evidentemente era imposible dar con ellos, y no pude ponerme manos a la obra con la receta por falta de tiempo―.
¡Y aquí me tenéis con mis castañas en Piazza Duomo! Y no, la verdad es que nunca he sido de celebrar Halloween. Los catalanes ya tenemos nuestra propia tradición para ese mismo día, así que ¿para qué adoptar una fiesta extranjera?

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He seguido descubriendo nuevos lugares. No es que sea una aficionada al ''necroturismo'', pero recientemente visité el Cimitero Monumentale (Cementerio Monumental) de Milán. Al igual que cuando visité el de Montmartre en París, me sorprendí muchísimo con la belleza que albergaba aquel campo santo, con la infinidad de esculturas, tumbas, panteones y parajes bonitos que podían verse por allí. Sin ánimo de querer parecer macabra, hice muchísimas fotografías. Realmente valía la pena.

Otro lugar en el que he estado ha sido el barrio QT8, también conocido como Quartiere 8, donde se encuentra el Monte Stella, también conocido como la ''Montagnetta'' de Milán. Es un bonito parque, incluso podríamos decir que se trata de un mirador, pero es mejor acudir un día de sol, porque con la niebla pierde mucho encanto. De todas formas, es un lugar óptimo para dar un paseo y hacer ejercicio.
Vistas de San Siro/Stadio Giuseppe Meazza desde la Montagnetta. ¡Lástima de la niebla!

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Y, ya que estoy, aprovecho esta entrada para enseñaros una pequeña parte de la gran biblioteca que hay en el pasillo de mi casa; la mayoría de los libros están en francés, ya que es la lengua de la propietaria del piso, pero también hay muchos otros en italiano, inglés, alguno en chino y, sobre todo, un montón de diccionarios de todo tipo; bilingües, técnicos, monolingües... El otro día leí en una página de Facebook la frase: ''book lovers never go to bed alone'' y, con esa idea, decidí tomarme esta foto. Sé que en el fondo es una tontería, pero espero que como mínimo os haga gracia:


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