domingo, 6 de julio de 2014

El dialecto milanés: gramática, cultura, situación actual

Siguiendo con la entrada referente a mi graduación, me gustaría enseñaros mi Trabajo de Fin de Grado (TFG), lo que en otros países vendría a ser la tesis de la carrera. El tema que escogí no podía ser otro...

Mediante este Trabajo de Fin de Grado, El dialecto milanés: gramática, cultura, situación actual, queremos presentar un estudio y una defensa del dialecto milanés. Comenzaremos con una presentación de su historia, se situará en un contexto geográfico y social en el que veremos cómo las diferentes tribus y civilizaciones como los ligures, los celtas y los longobardos y las dominaciones extranjeras modernas como la de los españoles y los austriacos influyeron en su formación. A continuación presentaremos algunos de los aspectos gramaticales más importantes de esta lengua, como los tiempos verbales y sus conjugaciones, la pronunciación, los numerales y frases básicas en milanés. Después introduciremos un apartado acerca de la literatura y la canción en milanés, en el que se hará una mención especial al poeta Carlo Porta y a los cantautores Nanni Svampa y Enzo Jannacci; además, también contaremos con una pequeña entrevista realizada a Claudio Merli, uno de los cantantes en milanés más relevantes de estos tiempos. Seguidamente analizaremos la situación del milanés en la actualidad, su presencia en la televisión, la publicidad y en Internet, y para finalizar daremos paso al capítulo ‘‘¿lengua o dialecto?’’, donde se hará hincapié en su estado de lengua, así como en el de los demás dialectos.
Y después de esta reseña, os dejo con mi fragmento favorito, ''¿Lengua o dialecto??'', donde defiendo el estado de lengua del lombardo, del que el milanés sería su estándar, así como el de las demás lenguas locales de Italia.
¿Lengua o dialecto?

El lombardo es una lengua. El milanés, debido a su larga tradición artística ―literaria, musical― y a que tiene unas normas más definidas que otras variantes que históricamente han sido menos prolíficas sería el estándar, el modelo a estudiar. Sin embargo, no hay que menospreciar ninguna de las demás formas que engloba el lombardo, ya que son parte de la cultura de cada uno de esos pueblos. Se podría decir que el bergamasco o el comasco ―por nombrar dos de las muchas posibles variantes― son dialectos, pero siempre refiriéndonos al lombardo, en el sentido de que son las diferentes variantes de esta lengua. El italiano es un compendio de todos los ‘‘dialectos’’, sobre todo del toscano; si entendemos por dialecto un sistema lingüístico que proviene de un tronco común ―como indica el DRAE―, es incorrecto decir que el milanés es un dialecto del italiano, ya que el italiano se ha formado a partir de todos ellos, y no ellos a partir de él. El lombardo está reconocido por la UNESCO como lengua en peligro de extinción. En total, son 31 las lenguas que este organismo recoge en todo el estado italiano. Una de las excusas más frecuentes al preguntar a sus habitantes por qué no consideran una lengua lo que ellos llaman dialecto es porque es el habla de una región y no de toda una nación, como el italiano en este caso. Por esta misma regla el catalán, el vasco o el gallego no serían lenguas, sino dialectos del español. Por suerte, sabemos que no es así, que son lenguas con antepasados comunes, pero que no derivan la una de la otra. El ladino, el sardo y el friulano están reconocidos como lenguas por el estado italiano desde el año 1999, pero no es suficiente. ¿Cómo es posible que Italia no reconozca como lenguas al siciliano o al napolitano ―a diferencia de la UNESCO, que sí lo hace― cuando un habitante que no sea campano o sículo no tiene por qué entenderlos? En otras palabras, ¿cómo es posible que se llame dialecto a un habla que un habitante del mismo país procedente de otra región no tiene por qué entender? La respuesta no puede ser otra: no son dialectos sino lenguas. Así como un catalán, un valenciano y un mallorquín logran entenderse a la perfección, cada uno con sus características dialectales y con sus palabras propias de su lugar de origen, un habitante del norte de Italia no entiende a un habitante meridional si se comunican en dialecto, y viceversa. No es posible establecer una comunicación fluida. Un caso digno de comentar para entender mejor todas estas consideraciones lo encontramos en los Balcanes. En la antigua federación yugoslava, encontramos el serbocroata, denominación que se utilizó desde el año 1921 hasta principios de los años noventa, coincidiendo con las guerras en Yugoslavia. Era el nombre genérico que englobaba cada una de las variantes de aquella zona: serbio, croata, bosnio y montenegrino. Llegada la disgregación de Yugoslavia en 1991 y la posterior aparición de los nuevos estados se empezó a hablar de ‘‘lenguas nacionales’’ para promover la identidad nacional de cada nuevo país y a fin de diferenciarlas. A pesar de que en la actualidad ya nada queda de la unión de todos los idiomas eslavos del sur de 1954 tras el acuerdo de Novi Sad (Serbia) ―y cuya idea ya surgió en 1850― y que además hoy en día es políticamente incorrecto hablar de ‘‘serbocroata’’, todas estas lenguas son muy similares, mucho más que la mayoría de ‘‘dialectos’’ del italiano entre ellos. Las diferencias gramaticales y de pronunciación llegan a ser relativamente insignificantes, pues los habitantes de estos países logran entenderse entre ellos a la perfección, algo que no pasa con los ‘‘dialectos’’ del italiano, que incluso pueden llegar a resultar ininteligibles para los habitantes de otras zonas. No hay ninguna razón válida para tildar de dialectos a las lenguas de Italia sino la falta de interés de la mayoría de los habitantes, los cuales no se preocupan lo suficiente por preservar y difundir la cultura de sus regiones. Son, por lo tanto, lenguas, si bien en peligro de extinción, motivo más que suficiente para que Italia, la cuna de la cultura de Europa, con una tradición y una historia de un valor incalculable aplique políticas de protección y de difusión de todas estas lenguas, comenzando por las escuelas.

Subí mi trabajo a Scribd, así que si os interesa leerlo podréis encontrarlo haciendo clic aquí.

‘‘Una lengua es un dialecto con un ejército y una marina’’.
─ Max Weinreich.

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