martes, 29 de enero de 2013

Erasmus: Vercelli

Hace tan solo unos días tuve el placer de visitar la localidad donde reside una de mis compañeras de clase y amigas: ella es Roberta y estamos hablando de Vercelli, en la región del Piemonte. Así es: el pasado viernes, 25 de enero, tomé un tren en la Stazione Centrale de Milán de buena mañana y en aproximadamente una hora ya estaba allí. Nada más abandonar la estación me di cuenta de la calma y la paz que se respiraba en aquel lugar; en efecto, se trata de una ciudad muy tranquila que invita a perderse en ella desde el primer momento.
Desplazarse por el centro histórico de Vercelli es muy fácil y agradable. Uno de los primeros lugares que deben visitarse es la Basilica di Sant'Andrea, especialmente el "chiostro" (claustro), un patio interior ideal para relajarse que goza de un gusto arquitectónico exquisito. Además de la basílica ya citada, esta localidad cuenta con otras bonitas iglesias, como la Chiesa di San Bernardo, la Chiesa di San Paolo y la Chiesa di San Cristoforo, entre otras. La cantidad de obras pictóricas que albergan todas ellas, en especial la última, es increíble y digna de ser apreciada, sobre todo gracias a los impresionantes frescos que se pueden admirar allí.
Otros lugares de interés son el castillo de Piazza Amedeo, la Piazza Cavour, el Teatro Civico y, por último —pero no por ello menos importante, más bien al contrario— el majestuoso Duomo, el cual alberga un pequeño museo con todos los tesoros —relicarios, joyería de temática religiosa...— y manuscritos entre los que se encuentra el Vercelli Book, uno de los libros más antiguos en lengua inglesa: se escribió a finales del siglo X y muestra una serie de obras de carácter religioso, tanto en verso como en prosa. A pesar de que no se sabe cómo llegó hasta allí, Vercelli es una ciudad de paso entre las grandes Milán y Turín, ambas capitales de sus regiones correspondiente (con lo cual, quién sabe, tal vez se les perdió a mitad de camino...). Volviendo al Duomo, debo admitir que se trata de una obra arquitectónica fascinante, tanto por dentro como por fuera. Me encantó la cúpula, de color azul, aunque al parecer originariamente se pintó de color naranja, pero con la lluvia y el paso del tiempo se fue desgastado hasta quedarse como está en la actualidad; mejor así, sinceramente.
Tengo que añadir que además tuve la oportunidad de degustar las "frittelle", unos dulces rellenos de deliciosa crema que me recordaron bastante a nuestros buñuelos en una de las pastelerías del centro, algunas de ellas históricas y dignas de ser visitadas para hincarle el diente a "qualcosa di buono". A la hora de comer acudimos a un restaurante napolitano en el que tuve el placer de probar una pizza que hasta entonces jamás había visto: se llamaba "Due Innamorati" y era de salami (el embutido estrella y más amado por los habitantes del "bel paese", o al menos del norte), y frankfurt ("wurstel" en italiano, por cierto): lo más curioso de esta pizza es que cada ingrediente se encontraba únicamente en un lado, con lo cual y evidentemente una mitad era de salami y la otra de frankfurt. ¿Por qué será? Tal vez porque cada parte le corresponde a cada uno de los dos enamorados, o quizá porque ambos ingredientes se "deseen" el uno al otro pero sus caminos han sido divididos y lo suyo es imposible. Imaginación al poder...
Por fin pude disfrutar de una maravillosa "giornata di sole"; en serio, ¡qué falta me hacía! Y, sinceramente, ¡cómo me gustaría volver! El billete cuesta poco más de 6 euros desde Milano Centrale y, como ya he dicho, tampoco se tarda tanto en llegar.

Piemonte*, volveremos a encontrarnos, y espero que sea muy pronto.

*Sé que en castellano se traduce como "Piamonte", pero es que así me suena horrible. Nunca me ha gustado demasiado traducir los nombres propios, a no ser que se trate de facilitar su pronunciación en la lengua de llegada (¡creo que no es el caso!).

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