lunes, 29 de agosto de 2016

¿Fútbol? ¿Baloncesto? ¡Fútbol gaélico!

Sara Fernández Carmona
Partido de fútbol gaélico disputado entre el Dublín y el Mayo. Fotografía: rte.ie
Si mezcláramos el fútbol, el baloncesto y el rugby y además le añadiéramos una buena dosis de compañerismo y tradición obtendríamos algo parecido a un deporte que, pese a haber pasado desapercibido para la mayoría de mortales durante más de 400 años, cada vez consigue conquistar más corazones en todo el mundo: el fútbol gaélico.


Se trata de un deporte que nació en Irlanda en 1887, cuando la Asociación Atlética Gaélica (Gaelic Athletic AssociationGAA) estableció las normas de un juego cuya existencia ─con ligeras variaciones respecto al modelo de juego actual─ ya se había dado siglos atrás, allá por el 1537, cuando se le conocía como caid.

Partido disputado en Croke Park (Dublín) en 1929. Fotografía: irishamerica.com
En Irlanda, la cuna del fútbol gaélico, es el deporte más popular junto con el hurling y el rugby. En la actualidad hay más de 2.500 clubes activos en todo el mundo: Reino Unido, España, Italia, Finlandia, Alemania, Francia, China, Japón, Estados Unidos, Emiratos Árabes, Vietnam, Argentina, Sudáfrica y Australia son solo algunos ejemplos de una lista que cada vez se presenta más imparable.

Japón, uno de los países que ha logrado conquistar el fútbol gaélico. Fotografía: japangaa.org
Durante los 70 minutos de duración de cada partido, divididos en dos partes de 35 minutos cada una, 15 jugadores ─incluidos un portero, defensas, centrocampistas y delanteros─ avanzan por el campo pateando o transportando el balón con las manos; es importante que no se bote dos veces seguidas ni que se den más de cuatro pasos sin botar, chutar o pasar la pelota, o bien sin hacer lo que se conoce como “solo”, es decir, una patada para llevar la pelota de vuelta hacia el mismo jugador.

Jugadores del Barcelona Gaels. Fotografía: Thorsten Lux.
El pase puede ser con el pie o con la mano. En el segundo caso, se realiza dando una palmada a la pelota hacia otro jugador. Para defender se puede cargar con el cuerpo lateralmente y con el puño contra la pelota, siempre que sea desde el lado o frontalmente. Cualquier entrada por detrás se considerará falta, así como entrar con las piernas. El hecho de que se pueda cargar con el cuerpo del contrario hace que sea mucho más seguro jugar con la pelota sujeta al cuerpo que con el pie.

Jugadoras del Irmandinhos en un partido contra el Sant Vicent. Fotografía: Thorsten Lux. 
Las porterías que se utilizan podrían asemejarse a las del fútbol convencional si no fuera porque los postes laterales, que recuerdan a los palos de rugby, se prolongan hasta formar una especie de H.

Final del campeonato All-Ireland en Croke Park, disputada entre el Dublín y el Kerry en 2015. Fotografía: sportsfile.com
Como en todos los deportes de equipo, aquel que anote más puntos gana. Hay dos formas de marcar: cuando la pelota pasa entre palos, es decir, por encima de la portería, se anota un punto. Cuando un jugador logra batir al portero y marca en la portería es un gol, que equivale a tres puntos. Un marcador habitual sería algo así como 1-14 // 2-11 ─goles a la izquierda, puntos a la derecha─. En este resultado, por ejemplo, tendríamos un empate: 17 // 17.

El árbitro Shane Hehir muestra una tarjeta negra a Ronan Steede, jugador del Galway. Fotografía: independent.ie
Cada vez que se comete una falta, el árbitro mostrará una tarjeta en función de su gravedad física o verbal. Además de las amarillas y rojas, que cumplen con la misma función que poseen en el fútbol convencional, existe una tercera tarjeta, de color negro, y obliga al jugador a que sea sustituido por otro compañero. Otro aspecto curioso es el balón, de cuero duro y que podría recordar al del fútbol de antaño.

Fotografía: sportsjoe.ie

Un motivo de orgullo


Joseph Downs, aficionado del equipo de su condado, Roscommon, y exjugador del Sant Vicent de Valencia, explica que es un deporte que “une a desconocidos y comunidades enteras”, y que en Irlanda, el hecho de pertenecer a un equipo, independientemente de si se trata de una formación local o más grande, “es un gran motivo de orgullo”.

Aficionados del Roscommon. Fotografía: balls.ie
“En Irlanda hay muchas parroquias ─en los municipios rurales, demarcación administrativa local, aunque carente de reconocimiento legal expreso─ en cada condado, y cada una tiene su propio club, que comprende fútbol gaélico, hurling, camogie ─la versión femenina del hurling─ y balonmano gaélico. Por otro lado, cada condado tiene un equipo comprendido por jugadores de diferentes clubes de ese condado, como si se tratara de un equipo regional”, revela Joseph.

Cada año todos los condados se baten en duelo en una competición llamada All-Ireland, en la que luchan por ser el mejor equipo del país.

Una de las principales características de este deporte es que es completamente amateur: los jugadores, ya sean de primer nivel o no, no cobran por jugar. Tampoco se realizan fichajes ni traspasos. “No existe el profesionalismo en el fútbol gaélico, con lo que se mantiene la esencia en el deporte”, así lo afirma Óscar Feliz, jugador del equipo barcelonés Gaélicos do Gran Sol y coordinador de la GAA en Cataluña, la Comunidad Valenciana y Madrid.

Sobre su financiación, Joseph explica que las parroquias poseen unos centros comunitarios en los que se celebran bailes, fiestas, sorteos y otros eventos que sirven para recaudar fondos que se destinan a ese club en cuestión y para que los jugadores puedan entrenarse en sus instalaciones y contar con servicios de fisioterapia. A pesar de ser amateur, en Irlanda los jugadores son considerados estrellas y consiguen hacer vibrar a estadios en los que a menudo no cabe ni un alfiler.

Final del campeonato All-Ireland en Croke Park, disputada entre el Dublín y el Kerry en 2015. Fotografía: gaa.ie

Un deporte completo y noble


Esteban González, compañero de equipo de Óscar en Gaélicos do Gran Sol, indica que “se trata de un deporte ágil que requiere de fuerza y velocidad, tanto mental como física, para afrontar y superar con la mayor celeridad posible las situaciones que va planteando el partido”, además, admite que “puede recordar al fútbol, por supuesto, y al rugby, por el tipo de campo en el que jugamos en España y porque permite algo de contacto, y quizás algo de voleibol o baloncesto por el uso de las manos durante el juego”.

Barcelona Gaels, Gaélicos do Gran Sol y Sitges tras disputar la Copa Catalana en 2016. Fotografía: Thorsten Lux.
“Como deporte es muy honesto, dentro del campo hay contacto, como en todos los deportes, pero todo queda ahí. No se suelen ver malos gestos o patadas a destiempo. Creo que salvo contadas excepciones es un deporte muy limpio”, concluye Esteban.

A la definición de Esteban, Óscar añade que “es un deporte completo y noble. Es un deporte de contacto, y por eso podría considerarse un deporte de fuerza bruta: nada más lejos de la realidad. Evidentemente existe este componente de fuerza, aunque tan solo se admiten ciertos tipos de cargas. Más importante es la agilidad en mover el balón hacia la portería contraria”.

“El hecho de que se admitan cargas con el cuerpo hace que los jugadores las asumamos de forma natural y como un elemento más del juego. En comparación con el deporte rey de masas, el fútbol, considero que es más limpio, incluso más que el baloncesto, y comparado con el rugby el contacto es mucho menor”, matiza Óscar, y además, explica que su nobleza también se percibe después de cada torneo o competición, cuando todos los equipos se reúnen para celebrar lo que llaman “el tercer tiempo”.

El compañerismo, uno de los valores del fútbol gaélico. Jugadores del Fillos de Breogán y el Sant Vicent tras disputar un torneo. Fotografía: Thorsten Lux.

El tercer tiempo

“Entre la cena y las cervezas se olvidan todas las cosas que han pasado en el campo y, lo más importante, se hacen grandes amistades con los jugadores de los otros equipos”. – Óscar Feliz (Gaélicos do Gran Sol).

España es uno de los países con más competiciones de fútbol gaélico


Esteban González (Gaélicos do Gran Sol) en un partido contra el Madrid Harps. Fotografía: Thorsten Lux.
Actualmente, más de 400 personas, tanto de sexo masculino como femenino, juegan al fútbol gaélico en España, y se reparten en 22 equipos masculinos y 14 femeninos. A nivel nacional, la principal competición que encontramos es el Campeonato Ibérico de Fútbol Gaélico. Asimismo, en Galicia se celebran dos competiciones más: la Liga Galega y la Copa Galega. Óscar Feliz explica que, además, este año en Cataluña se ha celebrado por primera vez la Copa Catalunya, de la que resultó campeón el Barcelona Gaels, Gran Sol como subcampeón y en tercer lugar el Sitges.

Esteban González, pontevedrés residente en la Ciudad Condal, descubrió la existencia del fútbol gaélico tras el éxito de ambas selecciones gallegas en el mundial de Abu Dabi. “Después, un día, hablando con un grupo de amigos por WhatsApp, uno de ellos me dijo que no podía quedar, que tenía entrenamiento de fútbol gaélico, así que me uní a él. Lo probé y me quedé enganchado; a mucha gente le extraña, pero en cuanto lo prueban y juegan un par de veces quedan prendados, ya que es un deporte muy adictivo”, narra el entusiasta jugador.

En el caso de Óscar Feliz, su experiencia como jugador comenzó a raíz de su interés en la cultura irlandesa: “primero fue por la música, y a partir de ahí descubrí el país”. Un día, mientras se encontraba en un pub irlandés, vio por televisión “algo que se parecía al fútbol pero que se jugaba con las manos, y que se parecía al rugby, pero que se jugaba con una pelota redonda”. Más tarde, a finales del 2008, descubrió gracias a un reportaje emitido en TV3 la existencia de Barcelona Gaels, un equipo que jugaba en la ciudad condal. En enero de 2009 comenzó a entrenar con esta formación.

Gaélicos do Gran Sol. Fotografía: Thorsten Lux.
“Después de seis años increíbles con ellos, llegó el momento de tomar nuevos objetivos dentro de este deporte. En ese momento nació Gaélicos do Gran Sol en Barcelona, en abril de 2015, y me ofrecí para colaborar con ellos. La experiencia adquirida me permitió encarar proyectos más grandes a la par que seguí en el comité directivo de “Gran Sol” y seguir compitiendo: al comenzar la temporada 2015-16 me hice coordinador para la zona centro-este del Campeonato Ibérico”.

Un dato curioso de Gaélicos do Gran Sol es que está formado por un 85 % de gallegos residentes en Barcelona; “también tenemos compañeros catalanes, como Óscar, y estamos abiertos a recibir a gente de cualquier cultura”, destaca Esteban.

“Hace cinco años nació el primer equipo en Galicia, Fillos de Breogán. A partir de ese momento el crecimiento en Galicia ha sido extraordinario, con 15 equipos masculinos y 10 femeninos solo allí”, sostiene Óscar, y añade que el fútbol gaélico en España se ha mantenido durante muchos años con una estructura de cuatro o cinco equipos. “Algunos de ellos existieron de forma puntual y otros de forma más prolongada, como el Naomh Fermín de Pamplona, pero el núcleo principal fueron Barcelona Gaels, Madrid Harps y Sant Vicent de Valencia”.

Jugadoras del Fillas de Breogán. Fotografía: Thorsten Lux.

Un deporte en auge


Óscar Feliz también valora positivamente el crecimiento de este deporte en Andalucía, comunidad en la que compiten los equipos Costa Gaels, Sevilla y un tercer club, procedente de Gibraltar. También se está expandiendo en Cataluña, donde en 2015, además de nacer Gaélicos do Gran Sol, también apareció un equipo más, el Sitges.

Casi todos los clubes cuentan con equipos femeninos y masculinos, y su expansión ha llevado a que del inicial campeonato de fútbol gaélico de cuatro o cinco equipos jugado a nivel nacional se haya tenido que pasar a crear tres zonas: Galicia, Centro-Este y Sur. “Los campeones de cada zona juegan una gran final en Madrid, donde se decide el campeón nacional”. Este año, el campeón ha sido Madrid Harps por tercer año consecutivo en la categoría masculina, mientras que las gallegas Fillas de Breogán se alzaron con el triunfo en el campeonato femenino.

Galicia es la comunidad en la que el fútbol gaélico está más implantado


La influencia celta en Galicia nunca ha pasado desapercibida: a menudo, su música y folklore pueden recordar al de las seis naciones celtas —Bretaña, Cornualles, Escocia, Gales, Irlanda y la Isla de Man—, que a lo largo de los siglos han conservado casi intactas sus raíces culturales célticas y que además mantienen el uso de una lengua celta en la actualidad, como es el caso del gaélico irlandés, lengua oficial —junto con el inglés— en Irlanda.

Incluso hay historiadores que defienden el origen gallego de Irlanda, como se recoge en el Libro de las invasiones irlandesas. Teorías aparte, resulta curioso que los irlandeses y, cada vez más gallegos, compartan la pasión por este deporte.

La selección gallega masculina, tercera en el mundial de Dublín. Fotografía: SeleccionGalegaFG (Facebook).
Galicia es la comunidad en la que este deporte está más implantado, por este motivo no es de extrañar que de momento solo exista la selección gallega en España. “Al ser un deporte de reciente implantación al que le cuesta crecer, es difícil encontrar suficientes jugadores para crear cualquier tipo de selección fuera de Galicia”, apunta Óscar Feliz.

La implicación y la pasión que los jugadores sienten al practicar este deporte es incuestionable cuando conocemos testimonios como el de Marcos Gañete “Corba”, jugador del Irmandinhos, capitán de la selección gallega, delegado de la GAA en España y Portugal y árbitro de fútbol gaélico oficial.

Hace cuatro años nació en la localidad de A Estrada (Pontevedra) uno de los clubes que en la actualidad cuenta con más jugadores en la península ibérica, el Irmandinhos. Marcos, que como muchos descubrió la existencia de este deporte cuando visitó Irlanda por primera vez, fue uno de los primeros en unirse al equipo que acababa de fundarse en su localidad natal.

Jugadores del Irmandinhos en el terreno de juego. Fotografía: Thorsten Lux.
“Mi equipo es uno de los clubes con más jugadores en la península ibérica, es un equipo en el que intentamos hacer las cosas lo mejor posible. Dentro del club tenemos un total de cuatro equipos, dos masculinos y dos femeninos, y en todas las competiciones a las que vamos ganamos o estamos cerca de ganar: en el caso de los chicos, hemos ganado varios campeonatos de copa, dos subcampeonatos ibéricos, varios subcampeonatos de liga… Las chicas han sido campeonas de Liga Galega dos años y de la copa tres años… Ahí andamos”, explica Marcos Gañete “Corba”.

Marcos apunta que en el caso del Irmandinhos todos somos gallegos excepto Jerry, que es irlandés y que también ha sido el seleccionador femenino de Galicia”, y añade que en el caso de ciudades como Vigo y A Coruña “hay más irlandeses, ya que son ciudades con más inmigrantes”.

La creación de los primeros equipos de fútbol gaélico en la península ibérica supuso la necesidad de incorporar a árbitros en sus partidos: “decidí hacerme árbitro de fútbol gaélico porque primeramente, al ser un deporte nuevo, había una demanda grande, y si no hay árbitros en un deporte no se puede jugar. Nunca había sido árbitro, como mucho había arbitrado algún partido de fútbol sala a nivel local, aunque creía tener unas dotes para poder serlo, soy bastante conciliador”, explica Marcos.

“Vinieron del Comité Europeo de Deportes Gaélicos (Europe GAA), entidad responsable de las competiciones de fútbol gaélico en Europa fuera de Irlanda a hacernos un curso. Llevo tres años y ya he pitado en campeonatos ibéricos, en la Liga Galega y en la Liga Ibérica ─que juegan España, Portugal y Gibraltar─, el siguiente paso es ir a pitar en campeonatos internacionales: tuve la oportunidad de ir a competiciones europeas, pero no pude acudir por falta de tiempo. El año que viene seguro que iré”, revela el árbitro y jugador estradense.

Dos de las experiencias que sin duda fueron inolvidables para Marcos Gañete “Corba” fueron los dos mundiales, celebrados en Abu Dabi y en Dublín, en los que estuvo presente como capitán de la selección gallega.

“Tuve la suerte de ir convocado en ambas ocasiones. Fueron experiencias increíbles, pertenecer a la selección gallega es todo un orgullo para mí; no es que seamos muchísimos, pero sí que tenemos unos cuantos equipos y muchos jugadores, y ser seleccionado entre todos ellos y representar a Galicia para mí es un orgullo, sin ninguna duda”, afirma Marcos.

La selección gallega masculina en el mundial de Abu Dabi. Fotografía: lavozdegalicia.es
En 2015 tuvo lugar la primera edición del mundial de fútbol gaélico, hurling y camogie en Abu Dabi (Emiratos Árabes), competición en la que resultaron vencedoras la selección Argentina de fútbol gaélico en la categoría masculina y la selección de Canadá en el caso de la femenina. La selección gallega no solo estuvo presente, sino que además logró ser subcampeona en el caso de la categoría masculina y alcanzó un tercer puesto en el caso de la selección femenina.

La selección gallega femenina en el mundial de Abu Dabi. Fotografía: lavozdegalicia.es
De ese primer mundial, Marcos destaca que se celebró en un país totalmente diferente al nuestro, los Emiratos Árabes, y añade que “fue un mundial en el que teníamos de todo, contábamos con unas facilidades increíbles, los apartamentos eran la leche… Allí se vive todo a la máxima potencia, tienen mucha pasta y fue una experiencia inolvidable precisamente también por ese choque cultural. Además, tuvimos la oportunidad de ir al desierto, ver las mezquitas, recorrer Dubai… Vivir esa experiencia con gente de aquí fue algo muy intenso.

En agosto de 2016 tuvo lugar la segunda edición, que contó con 14 participantes masculinos y 8 femeninos y se disputó en el Croke Park de Dublín, el estadio más grande de Irlanda, con una capacidad de 82.300 espectadores. Marcos destaca que fue un campeonato increíble, infinitamente mejor en cuanto a equipos y calidad competitiva: en el primero solo había cuatro equipos, y en este último fuimos 14”, en relación a la cantidad de equipos masculinos presentes.

En este segundo mundial, los equipos masculinos se tuvieron que dividir en tres grupos: dos grupos de cinco y uno de cuatro. De esos grupos pasaron a una segunda fase ocho equipos, es decir, los tres mejores de los grupos de cinco y los dos mejores del grupo de cuatro. En esa segunda fase se volvieron a hacer dos grupos de cuatro, y los dos mejores, Francia y Nueva York, jugaron la final, de la que resultó vencedora el conjunto neoyorquino.



La selección gallega masculina quedó segunda en el grupo de cuatro tras perder contra Francia por dos puntos. “Estaba entre nosotros y ellos quién jugaba la final. Al quedar eliminados jugamos para ser terceros y ganamos contra todos los equipos”, narra el capitán de la selección gallega, Marcos Gañete “Corba”.

En el caso de los ocho equipos femeninos, se dividieron en dos grupos de cuatro, y los dos primeros pasaron a un segundo grupo en el que se decidió qué dos equipos irían a la final. “Por desgracia las chicas de nuestra selección quedaron terceras de grupo y pasaron a un segundo grupo en el que estaban los cuatro equipos que no optaban a clasificarse para la final. En ese grupo volvieron a jugar tres partidos, quedaron segundas por detrás de Francia y jugaron una final de consolación por el quinto puesto, le ganaron a Francia y por lo tanto fueron quintas ellas”, explica Marcos. Canadá y Nueva York disputaron la final y ganó nuevamente Nueva York.


Dublín es una ciudad muy entrañable, tiene una conexión muy buena por el rollo celta con nosotros, los gallegos, y la verdad es que estuvo muy bien”, afirma Marcos “Corba”.

Sobre la posibilidad de que nazca una selección española en un futuro, Marcos explica que a pesar de que haya equipos en ciudades como Madrid, Valencia, Barcelona, Sevilla o Málaga, la mayoría de sus jugadores son irlandeses, por lo que “es complicado, y es que el hecho de que en la mayoría de equipos españoles no juegue gente de aquí es un factor limitante para que pueda surgir una selección española”. Sin embargo, se muestra optimista de cara a los años venideros: “en un futuro puede haberla. En Francia, por ejemplo, hay una selección francesa y una de Bretaña. El tiempo lo dirá”.

La Xunta de Galicia reconoció el fútbol gaélico como especialidad de fútbol en agosto de este año. Sin embargo, Marcos explica que “me gustaría que tuviéramos más ayudas o visión entre los medios de comunicación. Vamos teniéndola sobre todo en Galicia, donde salimos bastante en los medios; el deporte en sí no voy a ser yo quien lo cambie cuando tiene más de 130 años de historia regulada y se juega en Irlanda desde hace más de 300 años, pero me gustaría tener la facilidad de hacer una federación y que todo esté más regulado”, manifiesta el jugador.

La selección gallega en La Voz de Galicia. Fotografía: SeleccionGalegaFG (Facebook).
“Lo que más me gusta de este deporte es lo dinámico que es: es un deporte que la gente no conoce, si se conociera podría ser más seguido que el fútbol, porque posee muchísimas más cosas: tiene una mezcla de fútbol, rugby, baloncesto, un conjunto de cosas que lo hacen muy atractivo: puedes tirar a gol, tienes pases largos, cortos, pases a mano; como en el rugby o en el fútbol americano, tiro a punto, tiro por encima del larguero entre los palos… Tiene muchas variantes y bastante interesantes, la verdad”.
Marcos Gañete “Corba” (Irmandinhos).

'Expats' irlandeses y fútbol gaélico: historia de una simbiosis


Las jugadoras del Madrid Harpettes. Fotografía: madridharpsgaa (Facebook).
Como podemos observar, la presencia de jugadores irlandeses en el terreno de juego no se limita a Irlanda, sino que es habitual en la mayoría de equipos de fútbol gaélico en el extranjero. Es la historia de Niamh O'Riordan, jugadora del Madrid Harpettes, que decidió unirse a su equipo cuando abandonó su Cork natal para afincarse en Madrid. “Me uní al club porque llegué a España sola y quería conocer gente”, afirma la jugadora.

Niamh explica que su equipo “está compuesto por un 70 % de irlandeses y un 30 % de españoles aproximadamente”. Además, afirma que en el caso de los españoles, “la mayoría descubre este deporte porque tienen una relación con una persona irlandesa o bien porque lo vieron cuando visitaron Irlanda”.

Los entrenamientos y el espíritu de equipo son dos de los aspectos que más le apasionan a la jugadora, que destaca con especial ilusión los viajes que el equipo realiza cuando tiene que jugar un torneo: “gracias a estas experiencias he vivido algunos de mis mejores momentos en España, de los que guardo muy buenos recuerdos”, y afirma que gracias al club ha hecho amistades “para toda la vida”.

Joseph Downs (Sant Vicent) en un partido contra el Madrid Harps. Fotografía: Thorsten Lux.
También es el caso de Joseph Downs, que se unió al Sant Vicent cuando se mudó a Valencia por motivos laborales. “Fue una gran forma de socializar, divertirse y hacer amigos; en el equipo todo el mundo se lleva bien, se respetan los unos a los otros y siempre había un gran compañerismo”. Asimismo, Joseph también rememora los viajes que realizaba junto al club antes de regresar a su localidad, Roscommon, que le sirvieron para descubrir nuevas ciudades de la península y socializarse. “Como irlandés residente en el extranjero, sin este deporte me habría sentido solo”, declara.

“En Irlanda es un deporte mucho más competitivo y se necesita un gran nivel físico para poder jugar”, explica Joseph, y añade que “los niños suelen empezar a disputar partidos representando a su condado a los seis años; normalmente provienen de familias con un gran interés e historia dentro de este deporte, que animan encarecidamente a sus hijos a que jueguen”.

“El simple hecho de pertenecer a un club o entrenar con un equipo te hace sentir acogido e integrado. También destacaría la parte mental de este juego: te enseña a ser fuerte y flexible. Sin embargo, los entrenamientos absorben gran parte del tiempo de los jugadores, que entrenan tanto (o incluso más) que cualquier atleta de otro deporte sin recibir nada a cambio y aun así consiguen compaginarlo con sus correspondientes trabajos”, relata Joseph.

“En Irlanda hay veces que incluso puede llegar a ser demasiado competitivo. Hay algunas instituciones y gente que le da demasiada importancia al hecho de ganar y destacarse; algunos jóvenes que tienen que estudiar para poder acceder a la universidad a menudo son forzados por sus padres para que sigan jugando a fútbol a fin de que puedan ser un motivo de orgullo para la familia”, revela Joseph.

Según Joseph, “a veces los jugadores son humillados si no son lo suficientemente buenos. Muchos de ellos acaban con lesiones de por vida antes de cumplir 30 años debido a entrenar en exceso. Toda esta presión puede hacer que la violencia y las agresiones estén presentes en el terreno de juego y que se cometan muchas faltas. Además, los jugadores de primer nivel gozan de un estatus de celebridad en sus condados, tanto es así que a menudo se rumorea que a la hora de buscar trabajo hay empresas que los escogen antes que a otros candidatos con las mismas aptitudes por el hecho de jugar en ese condado. Quiero que todo esto cambie”.

Niamh coincide con las palabras de Joseph: “tanto los partidos como los entrenamientos son mucho más duros y competitivos en Irlanda; en España la gente juega más por la parte social que por la competitiva, y normalmente se juega con 11 jugadores en cada equipo en vez de 15. En España tanto los hombres como las mujeres suelen entrenar juntos y hasta pueden intercambiar jugadores entre los equipos cuando juegan si es necesario, pero nada de esto pasa en Irlanda, es mucho más serio”. 

¿Es un deporte sexista?


Campaña publicitaria de Lidl a favor de los equipos de fútbol gaélico femeninos.
Esteban González considera que no se trata de un deporte sexista, y es que “cada vez que se hace un torneo oficial en España también se realiza a nivel femenino: la mayoría de los equipos tienen sección femenina y los que no, buscan crearla. A nosotros (Gran Sol) nos encantaría tenerla, es uno de nuestros próximos objetivos”, y ha recordado que “el mundial también se disputa en ambas categorías”. 

Sin embargo, la jugadora del Madrid Harpettes, Niamh O’Riordan, afirma que “es un deporte dominado por los hombres, especialmente en Irlanda, donde están más presentes en la televisión que las mujeres”. Asimismo, Niamh explica que “los partidos de los equipos masculinos suelen ser más violentos”.

En la actualidad, existen iniciativas para dar difusión y fomentar el fútbol gaélico femenino: una de las más recientes es la campaña publicitaria que efectúan los supermercados Lidl en Irlanda, que este año han firmado un acuerdo de tres años con la Ladies Gaelic Football Association (Asociación de fútbol gaélico femenino), en el que destaca la inversión de 1,5 millones de euros en un año para dar apoyo a los equipos de todos los niveles: condados, escuelas y clubes locales, y que abastecerá con camisetas y equipamientos deportivos a más de 145 escuelas del país, entre otras iniciativas que se irán presentando.


Hurling


Fotografía de la final de hurling del campeonato All-Ireland de 2015, jugada entre el Kilkenny y el Galway. Fotografía: sportsfile.com
Cuando se habla de fútbol gaélico, existe la tendencia de confundirlo con otro deporte irlandés, el hurling. Esta especialidad, que recibe el nombre de camogie en su versión femenina, también pertenece a la Asociación Atlética Gaélica (GAA), la cual se encarga de fomentar y organizar las competiciones de ambas disciplinas, como el campeonato All-Ireland a nivel nacional y el mundial. Sin embargo, a pesar de sus similitudes son dos deportes completamente diferentes.

Cartel promocional de la final de hurling  entre el Tipperary y el Kilkenny del campeonato All-Ireland de 1913. Fotografía: wikipedia.org
Tanto el hurling como el fútbol gaélico se pueden desempeñar en un campo con las mismas medidas y utilizan la misma portería, sistema de puntos y goles e incluso las mismas tarjetas ─negra, amarilla y roja─; no obstante, los jugadores utilizan palos, llamados hurlies o hurls, y una sliotar, una pelota pequeña, blanca y dura, del tamaño de una pelota de tenis. Asimismo, el uso de casco es imprescindible.

Los orígenes del hurling se remontan a la prehistoria, e incluso existen mitos y leyendas celtas que en su prosa mencionan a este deporte: la más antigua es la de la Batalla de Moytura, que data del 1272 a. C., y una de las más populares es la del héroe mitológico Cú Chulainn.

Jugadoras de camogie disputando la final de 1942. Fotografía: bc.edu
Antiguamente, los pueblos vecinos jugaban a hurling para sellar sus disputas. Estos partidos, en los que podían llegar a participar cientos de jugadores, duraban horas o incluso días: nada que ver con la actualidad, cuyos partidos se dividen en dos mitades de 30 minutos y participan 15 jugadores en cada equipo.

En la actualidad existen equipos de hurling en todo el mundo, en países como Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Sudáfrica, Argentina y Corea del Sur.
Mapa de Irlanda que ilustra la popularidad del fútbol gaélico y el hurling. En amarillo, condados en los que el fútbol es más popular, en azul, territorios en los que el hurling es el deporte por excelencia y en verde, territorios en los que ambos se juegan por igual.

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