jueves, 4 de agosto de 2011

París me recibe (¡Y el Tour de Francia también!)

Por fin me pongo manos a la obra y os relato algo que ya llevaba algunas semanas de retraso, y es que por falta de tiempo no lo he podido exponer en su debido momento...

Como algunos de vosotros ya sabréis, del 21 al 25 de julio estuve en París. A pesar de que ya hacía muchos años que quería haber ido, todavía no había tenido la oportunidad. ¿Y qué puedo decir? Fue una experiencia maravillosa, inolvidable. ¡Ya tengo ganas de volver!

A pesar de la lluvia, que me acompañó durante prácticamente toda mi estancia (Salvo el último día), me sentí muy bien por aquellas tierras galas. Me resulta algo difícil destacar qué fue lo que más me impactó, pues me gustó mucho todo lo que pude ver. Pero con un poco de esfuerzo y, sin ánimo de caer en los tópicos, creo que me quedo con la Torre Eiffel y el Museo del Louvre. ¡Me fascinaron!

Otros sitios por los que también pasé y que me gustaron fueron los Campos Elíseos y sus diversas tiendas, como concesionarios de coches en los que en la planta de abajo hallabas lo que suele encontrarse en un concesionario normal, pero que si subías una planta más arriba te encontrabas con un pub (¡Cómprate un coche y a continuación tómate un cubata para celebrarlo sin salir del concesionario!), la pastelería de lujo Ladurée (en la que tuve la oportunidad de saborear sus magníficos macarons), etcétera.

Dejando a un lado los Campos Elíseos, también puedo destacar la Iglesia de la Madeleine, el Panteón, la Ópera, la Columna Vendôme (Copia de la Columna de Trajano), las Galerías Lafayette, los Jardines de Luxemburgo, el Moulin Rouge, el Chinatown parisino (Por unos instantes, parecía que te hubieras transportado al lejano oriente. Incluso el McDonald's de allí tenía el cartel escrito en caracteres chinos), el rincón de los artistas de Montmartre y su cementerio, la Basílica del Sagrado Corazón, el Café de Los Dos Molinos (Donde se rodaron algunas escenas de la película Amélie), una Réplica de la Estatua de la Libertad, la Columna de Julio en la Plaza de la Bastilla, el Ayuntamiento de París (en el que además pude entrar a visitar una exposición temporal gratuita llamada ''París en el tiempo de los impresionistas'' y que me gustó mucho, ya que allí pude encontrar magníficas obras de artistas tales como Van Gogh, Manet, Degas, Renoir, Rembrandt, Gauguin e incluso Santiago Rusiñol).

También visité la zona del Pompidou, y me divertí con la extravagante y original Fuente Stravinsky. Además, también pasé por la Catedral de Notre Dame y el Palacio de Versalles, pero no pude subir ni entrar respectivamente, ya que las colas eran infinitas. ¡Qué locura! Espero que haya más suerte para la próxima. He de destacar, además, zonas no tan conocidas por los turistas como Bercy Village y Mouffetard, ideales para salir a tomar algo y pasarlo bien.


Ya que he destacado el Louvre y la Torre Eiffel, me gustaría hacer más hincapié en ambos. Sobre el Louvre, debo decir que de entrada ya me lo esperaba grande y variopinto, pero incluso logró superar mis expectativas en cuanto a majestuosidad y belleza. Era tan grande que, pese a pasar más de dos horas dentro, no conseguí poder verlo entero. Algunas obras que me gustaría destacar son todo el arte grecorromano que encontré allí (¡Me encantaron todas aquellas esculturas y apenas me dejé alguna por fotografiar!), la escultura ''Eros y Psique'' de Canova, los cuadros ''Juramento de los Horacios'' y ''Leónidas en las Termópilas'' de Jacques-Louis David, ''La Libertad guiando al pueblo'' de Eugène Delacroix (Tal vez ''Viva La Vida'' para los fans de Coldplay), La Gioconda (O ''Mona Lisa'', como prefiráis llamarle) de Da Vinci (Aclamada y buscada por todos los visitantes del museo y protegida por un grueso cristal y a la que no te podías acercar a más de cinco metros mínimo), etcétera. Desgraciadamente, no recuerdo el nombre de muchos.

Sobre la Torre Eiffel, subí a pie hasta el segundo piso. Después, ya no me quedaron más fuerzas (Acarreaba conmigo el cansancio acumulado de días atrás) y preferí no subir hasta arriba del todo, ya que además estaba a punto de llover y hacía algo de viento. Es más, cuando subía las escaleras tenía la sensación de que todo se tambaleaba un poco... ¡Y no me gustaba nada esa sensación! Pero me encantó poder estar allí y observar París desde tanta altura. Es, sin ninguna duda, una obra arquitectónica maravillosa.


Estos eran los primeros del pelotón. En teoría, el vencedor era uno de los que vestían con un maillot rojo... pero no consigo indentificarlo.

Mi penúltimo día en París tuvo un aliciente añadido con la última etapa del Tour de Francia. Resulta que el pelotón iba a pasar justamente por la calle donde me alojé, en Ivry-sur-Seine, y pude vivirlo en directo. Lamentablemente, los ciclistas pasaron a gran velocidad y no pude identificar ninguna cara conocida (Alberto Contador y ''para de contar'', ya que no estoy muy puesta en el mundo ciclista), pero fue, sin duda, muy emocionante poder estar allí, rodeada de gente de diversas nacionalidades (Cabe destacar la presencia de portugueses, ondeando sus banderas aquí y allá) y animando al pelotón en su camino hacia los Campos Elíseos. Una vez ya habían pasado todos, subí a casa y continué viéndolo por televisión hasta la llegada a la meta. El vencedor resultó ser Cadel Evans, un australiano de 34 años. ¡Enhorabuena al campeón!
También me hizo mucha gracia poder ir de tapeo por bares españoles que se encontraban cerca de la Bastilla. Y una de las cosas que me hicieron mucha gracia dentro del bar en el que entré, además de la horrible música de la talla de los ''iluminados'' y ''espléndidos'' (Nótese mi evidente ironía) Andy & Lucas (Aunque te dejaban poner lo que quisieras, y rápidamente lo cambiamos por artistas algo mejores como Manolo García y Miguel Bosé), las banderas de españa y las bufandas conmemorando la victoria de ''la roja'' en el Mundial de 2010, fueron las ''patatas bravas'' que nos sirvieron. Parecía una ensaladilla rusa revuelta con patatas, creando una masa amorfa de comida difícil de identificar a simple vista. En el gusto, sin embargo, resultaron ser patatuelas con alioli. Y estaban ricas.

Como es posible que más de uno se haya quedado con las ganas de poder ver las patatas de las que hablo, aquí las tenéis:


¿''Typical Spanish'' o desastre total?


Y creo que por ahora eso es todo, amigos. Como habréis podido comprobar, me encantó París y no me importaría volver dentro de poco tiempo. Desde aquí quisiera dar las gracias también a mi familia parisina que me acogió allí, ya que en todo momento me sentí como si estuviera en mi propia casa, el trato que recibí fue excelente y me lo pasé a lo grande en su compañía.

Ah, ¡Sabía que me olvidaba algo! Como hispanohablante y estudiante de inglés e italiano, me gustaría daros un consejo: Si vais a París, ¡Ni se os ocurra hablar en inglés! Prácticamente nadie sabe, me atrevería a decir que en ese aspecto están incluso peor que en España (Pero debo admitir que nos llevan años de ventaja en muchos otros...). Y cuando digo que no lo conocen, me refiero a que ni lo chapurrean, que la oración más simple que se os pueda ocurrir probablemente no la entenderán. Ese fue mi error del primer día, intentar comunicarme en inglés. Sin embargo, cambié el chip enseguida, intenté hacer uso de mi rudimentario francés (Adquirido durante dos años de bachillerato, y oxidado por el triste hecho de no practicarlo jamás) y las cosas fueron a mejor... Es más, qué curioso que en el metro, cuando daban la información en más de un idioma o te encontrabas ante indicaciones multilingües, lo más frecuente era que fueran en italiano o en español.


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